12 de junio de 2008

Sí se puede

Los resultados de la encuesta que publiqué hace unos días y diversos artículos de Dolors Reig, Eraser, Fernando Santamaría y Enrique Dans, y otros a los que he accedido a través de ellos, me han hecho reflexionar de nuevo sobre una cuestión que todo profesor que sea mínimamente consciente del mundo en que vivimos se habrá planteado alguna vez: ¿por qué y cómo integrar la tecnología en la práctica educativa?

Exigir una respuesta a esta cuestión no refleja a priori una actitud tecnófoba ni retrógrada sino simplemente un pragmatismo muy comprensible en una sociedad donde el reloj parece tener menos horas que nunca. No creo que nadie pretenda obtener respuestas categóricas pero sí lo suficientemente convincentes para justificar el esfuerzo personal, el tiempo y, en muchos casos, la inversión económica que supone ponerse y mantenerse al día en el campo de las tecnologías de la educación.

Claro que es difícil dar respuestas que satisfagan a todos. La rapidez con la que la tecnología avanza no favorece la reflexión sobre el impacto de una determinada herramienta en la práctica educativa ni la obtención de datos científicamente validados sobre su eficacia. Pero es evidente que la tecnología no va a frenar su desarrollo para que docentes e investigadores podamos averiguar su utilidad y reflexionar sobre nuestros descubrimientos. Tampoco la sociedad va a dejar de usar los artefactos tecnológicos que aparecen en el mercado ni los nuevos servicios de la web por el hecho de que los centros escolares no sepan cómo usarlos en su beneficio. La brecha entre la sociedad digital y la escuela analógica se abre ante nosotros y sólo en nuestra mano está conseguir que desaparezca. Pero, ¿cómo hacerlo? Obviamente, el camino por el que se opte depende en gran medida de nuestro grado de satisfacción con el status quo del sistema académico actual. Veamos a continuación dos posibles escenarios.

Si creemos que los centros educativos están de verdad ayudando a los estudiantes a desarrollar destrezas y a adquirir conocimientos que les van a ser de utilidad en su vida futura, la tecnología sólo tendrá que introducirse para reforzar la consecución de los objetivos actuales, por ejemplo arguyendo que mediante el uso de la tecnología se pueden agilizar algunos procesos de asimilación de contenidos a la vez que se motiva al alumnado a ser más diestro en el uso de determinadas herramientas.


Sin embargo, si junto al afán de acercar el ámbito educativo a la vida real y la vida real al ámbito educativo concurre una decepción con los resultados actuales de la práctica educativa, la integración de las nuevas tecnologías tendrá que ir acompañada por una revisión integral de la enseñanza.

¿Hay que esperar entonces a que la administración introduzca esa reforma? No necesariamente. Los profesores pueden y deben desempeñar un papel fundamental en el cambio—y para ello no hace falta ser un edupunk ni adherise a la práctica del DIY (Do It Yourself)—incluso aunque, como dice uno de los comentarios a Ken Carroll, el mundo académico sea incapaz de coordinar los esfuerzos del profesorado de forma simultánea:

The biggest impediment to change in academia is the inability to coordinate the efforts of hundreds, or often thousands of teachers simultaneously. This isn’t a corporate conspiracy–it is the byproduct of academic freedom. It may be frustrating but teachers and administrators do not react en masse when they encounter a good idea. Some embrace it, but most are too busy with other things.

Si no es de forma conjunta, entonces el cambio tendrá que buscarse de forma individual, mediante la adopción de un nuevo rol dentro del proceso de aprendizaje y la utilización de las nuevas tecnologías para llevarlo a cabo.

Pero, ¿qué papel es éste? Desde hace años se viene mencionando la figura del profesor facilitador pero, coincido con Siemens, me parece más adecuado emplear la analogía del curator (ojalá en España se pudiera decir curador como en muchos países de América Latina porque lo de comisario, conductor o director no me convence nada). Para Siemens:

An expert (the curator) exists in the artifacts displayed, resources reviewed in class, concepts being discussed. But she's behind the scenes providing interpretation, direction, provocation, and yes, even guiding. A curatorial teacher acknowledges the autonomy of learners, yet understands the frustration of exploring unknown territories without a map. A curator is an expert learner. Instead of dispensing knowledge, he creates spaces in which knowledge can be created, explored, and connected. While curators understand their field very well, they don't adhere to traditional in-class teacher-centric power structures. A curator balances the freedom of individual learners with the thoughtful interpretation of the subject being explored. While learners are free to explore, they encounter displays, concepts, and artifacts representative of the discipline. Their freedom to explore is unbounded. But when they engage with subject matter, the key concepts of a discipline are transparently reflected through the curatorial actions of the teacher.

El término curator también se ha utilizado para describir los nuevos roles de los diseñadores instruccionales. Precisamente de un artículo de Jeff Cobb dedicado a la figura del diseñador instruccional como curator extraigo algunas ideas para compilar la siguiente lista de funciones y habilidades que debería tener este educurator:

  • Destreza para localizar contenido relevante.
  • Habilidad para juzgar la calidad de un contenido y su adecuación para conseguir objetivos y metas de aprendizaje (como dice Javier Martínez Aldonado en su artículo Google no es Dios, no se trata de saber acceder a la información sino de saber usarla para hacer algo).
  • Habilidad para categorizar, organizar y conectar contenido de forma eficaz y significativa.
  • Habilidad para complementar el contenido y utilizarlo para otros fines, y crear contenido para establecer conexiones y suplir posibles carencias.
  • Saber qué es la web social y cómo se produce la comunicación y el aprendizaje en las redes y a través de ellas, sin olvidar factores como la diversidad y la influencia.
  • Habilidad para dar confianza y establecer relaciones dentro de una comunidad de aprendizaje, ayudando a los alumnos a desarrollar su propio aprendizaje y destrezas para gestionar el conocimiento.
  • Conocimiento práctico de las tecnologías fundamentales de la web 2.0 y de herramientas para el desarrollo de formación rápida.
  • Habilidad para evaluar las experiencias de aprendizaje y demostrar su efectividad o su falta de ella.

No dudo de que los profesores con un perfil similar al anterior son muy conscientes de la importancia que pueden tener como transmisores de estas habilidades a sus alumnos, sobre todo a la vista de las demandas de la sociedad en la que nos ha tocado vivir. ¿Pero cómo se puede ayudar a desarrollar estas destrezas en el alumnado sin ordenadores ni acceso a Internet en las aulas? Difícil pero no imposible (parto de la base de que tanto el alumnado como el profesorado tiene acceso a las TIC en casa): mientras que esperamos a que las aulas dispongan de los medios necesarios, los docentes debemos buscar otras alternativas. Un primer paso muy eficaz es establecer una presencia activa en la web social: a través de nuestro blog, la publicación de comentarios, la creación de un entorno de aprendizaje personal o la participación en una red social profesional, por poner unos ejemplos, los profesores podemos:

  • dar ejemplo a nuestros alumnos de cómo usar las TIC de una forma distinta a la que conocen (recuérdese que ser nativo digital no implica saber aprovechar la web social para el aprendizaje);
  • aumentar la difusión de nuestras ideas más allá del aula;
  • reflexionar en voz alta sobre nuestra práctica educativa;
  • escuchar las prácticas educativas de los demás;
  • mostrar a padres y compañeros de trabajo nuevas facetas profesionales y personales (como dice un comentario a Dani Rodrik los blogs académicos permiten a los “laicos” ver que lo que hacen los docentes tiene valor más allá de la educación de sus hijos);
  • establecer vínculos profesionales e intercambios de ideas que nos reporten nuevos conocimientos y, en algunos casos, hasta ingresos económicos (sirva de ejemplo las ventajas profesionales citadas por Ismael Peña-López).

Y la lista no termina aquí…

Obtener todos esos beneficios no es tarea fácil (dejo para otro día hablar de los factores que pueden desmotivar a los profesores que participan en la web social, como el endoblogging, los ataques de trolls, las prácticas poco éticas de posicionamiento y de desacreditación en la web, la falta de intercambio de ideas, el yoísmo y el plagio, además de la aquí ya comentada ansiedad del bloguero). Si sumamos a esto el hecho de que las actividades realizadas en la web apenas están reconocidas como mérito profesional o docente, no es de extrañar que más de uno prefiera pasar de la Web 2.0 y de todas las que le sigan.

Pero cada vez somos más los que no tiramos la toalla.




3 comentarios:

Dolors Capdet dijo...

Fenomenal artículo, Esperanza.
A la lista de ideas, yo añadiría dos: la necesaria adaptación de los contenidos al contexto social y el ajuste de estos a los objetivos definidos por la organización.
El constructivismo, igualque las herramientas 2.0, tienden a la dispersión, y, eso que en el aprendizaje informal es un elemento de valor, en el aprendizaje formal puede convertirse en distorsionador.
Saludos,

Anónimo dijo...

Esperanza, muy buen resumen de al respecto de los nuevos roles. Coincido contigo en la descripción de G. Siemens con respecto a "curator", peor tambien otros autores le han dado otros nombres: facilitador, gestor de redes, mediador, función de periodista como dice S. Downes, etc.
Un saludo
Fernando S.

Anónimo dijo...

Al repasar todo tratando de seguirle la pista al curso CCK08, encuentro muy muy útil tu recopilación y resumen.

Yo le agregaría un nombre hispano mas al digital curator de Siemens: conexionador.

Un fraternal saludo!