28 de enero de 2013

¿Ocupada yo?

Este semestre voy a llevar a cabo varios proyectos que puede que interesen a los lectores regulares de Corto y cambio.

En primer lugar, me he matriculado en un MOOC titulado E-Learning and Digital Cultures ofrecido por la Universidad de Edimburgo a través de la plataforma Coursera. También estoy siguiendo un curso de español para principiantes en formato MOOC. Ha sido desarrollado por Scott y Ryan Rapp en Coursesites (el Blackboard gratuito) e Instreamia, una plataforma que han creado ellos mismos para el aprendizaje de lenguas a través de vídeos de TED y YouTube, y sus correspondientes subtítulos. Mi tercera incursión en el mundo de la enseñanza online es mi trabajo como profesora del curso SPAN 115: Review of Elementary Spanish, que yo misma diseñé hace un par de años y que sigo mejorando a partir del feedback de mis alumnos y la introducción de nuevas herramientas, como LanguageTwin. De estos tres proyectos escribo en el blog iMOOC. Y los hashtags en Twitter son #edcmooc, #edcmooces, #spanmooc, #115s13. Los archivos interactivos de dichos hashtags han sido creados mediante TAGS de @mhawksey.

También sigo codirigiendo el grupo de investigación sobre e-learning formado por profesores de GMU SOSTC-eL (Scholars of Studying Teaching Collaborative on e-Learning). Para este proyecto no he creado ningún blog sino que participo en un wiki desarrollado con PBWorks. En Twitter se pueden identificar los tuits relacionados con este grupo gracias al hashtag #sostcel.

Por otra parte, mañana empiezo una nueva andadura con un grupo interdisciplinar de lectura en George Mason University. El libro con el que vamos a trabajar se titula How Learning Works. 7 Research-Based Principles for Smart Teaching, by Ambrose, Bridges y Lovet, y el blog en el que voy a escribir sobre mi experiencia en dicho grupo se puede encontrar aquí.

Para finalizar este recorrido, también os cuento que he creado un blog para que otro club de lectura al que pertenezco, esta vez dedicado a obras de ficción, pueda comentar los libros y hacer ejercicios de creatividad literaria. Se llama Siempre somos nosotras.

Me quedan muchas otras actividades por comentar aquí, como la asesoría de la revista Hispanic Culture Review, o toda la carga administrativa que llevo debido a mi trabajo como subdirectora del Department of Modern and Classical Languages de GMU. Pero creo que esto es suficiente por hoy.

21 de enero de 2013

Dando forma a las palabras

La belleza es el acuerdo entre el contenido y la forma.--Henrik Ibsen.
 Creado a partir del texto del discurso inaugural de Barack Obama. 21/1/2013

 
 Creado a partir del texto del poema inaugural de Richard Blanco. 21/1/2013

Con mi más sincero agradecimiento a @mjnavia y @grantamag
 

Los recuerdos son algo más que palabras

Hace unos días recibí por fin de Twitter el fichero zip con todos mis tuits desde que creé en junio de 2008 la cuenta que he venido usando hasta ahora. Como se suele hacer cuando se encuentra un antiguo álbum de fotos, un diario de la adolescencia o un paquete de cartas de amor atadas con una cinta de colores, me puse a mirar qué había olvidado de lo que había sido y hecho yo en el pasado: mis primeros tuits, mis aportaciones a congresos, mis intentos de usar Twitter en clase, mis tuits de viajes, mis fotos adjuntas, mi primer hashtag, mis escarceos con la tuitpoesía...

Según el archivo, esto es lo primero que tuiteé:
Yo creo que antes de eso debí de escribir el típico "Probando, probando", que por suerte o por desgracia quedó olvidado para siempre al cambiar de cuenta de eroman a eromanme. Pero no me quejo, ya que lo que ha quedado registrado esconde una gran cantidad de actualizaciones escritas bajo la ilusión de que casi nadie las leería en el momento y, mucho menos, en el futuro. Ahora ya puedo revisarlas y cribarlas pero, no os preocupéis: no voy a aburriros reproduciendo aquí los tuits de mis idas y venidas a Arizona, mis aventuras en vuelos transatlánticos o mis hashtags favoritos--aunque he encontrado, entre éstos, un #seaceptansobresueldos, joyita muy oportuna para los tiempos que corren. Como adecuados son los únicos tres tuits que escribí durante el Inauguration Day, el día de la primera investidura, de Obama hace cuatro años:


Evidentemente, si en aquella época hubiera tenido la agilidad con Twitter que tengo ahora, en lugar de tres tuits, tendría varias decenas. Hoy, que volvemos a tener a Obama en Washington, todavía no sé si voy a poder ir a escuchar su discurso de toma del poder al Mall ni a fotografíar el evento.

Pero no me quedaré sin tuits, ni sin recuerdos de este día.

15 de enero de 2013

Te nos has ido, Ana

Conocí a Ana Martínez-Lage, o mejor dicho a dos de sus hermanos y a su cuñada, en el verano de 1994. Me habían concedido una estancia breve de investigación en George Mason University (Fairfax) cuando todavía era estudiante de doctorado en la UNED, y Ana, sin conocerme de nada, se ofreció generosamente a acogerme en su apartamento. Ella no estaba allí, pero sí su familia. Por aquel entonces ella trabajaba en GMU pero los veranos la invitaban a la Escuela de Verano de Español de Middlebury College. No me quedé muchos días en su casa pero el verano siguiente tuve oportunidad de repetir estadía en Mason y de conocerla cuando regresó de su estancia en Middlebury. Ana era una mujer con un gran carisma: inteligente, mordaz, divertida y muy guapa. Me animó a pedir la plaza de profesor de español que sacaron en GMU y cuando me la dieron en 1996 y le confié mis dudas sobre mudarme a Estados Unidos, me convenció fácilmente diciéndome con una gran sonrisa “no me hagas esto ahora”. Ella había obtenido una plaza en Middlebury y no quería dejar huérfano el departamento en GMU. Pidió una excedencia pero cuando se le terminó, decidió quedarse en Vermont. Y yo en GMU. Siempre bromeábamos al respecto.

Pasaron los años. En agosto de 2002 tuve la oportunidad de pasar con ella una semana magnífica en Río de Janeiro. Las dos presentábamos en el congreso de AATSP. Con su compañero de departamento Llorenç Comajoan y otras personas que conocimos allí recorrimos las calles y playas de Río como si fueran nuestras. Nos apuntamos a un curso de brasilero para hispanohablantes por las mañanas y por las tardes practicábamos en todas las tiendas y con todos los lugareños que se nos acercaban. A Llorenç le engañamos diciéndole que habían cerrado la playa de Ipanema debido al viento. Y en la cena de clausura del congreso dejaron un autobús hasta última hora de la noche para llevar al hotel a los rezagados. Ana, Llorenç y yo estábamos entre ellos. No paramos de bailar, reír y disfrutar. Qué poco sabíamos entonces de lo que se le vendría a Ana encima poco tiempo después.

En julio de 2003 me invitaron por segundo año consecutivo a la Escuela de Verano de Middlebury. Pero no coincidí con Ana porque estaba pasando las vacaciones en su Pamplona natal. Meses más tarde me enteré del primer zarpazo que el cáncer le había propinado. Pero salió adelante. Luego vinieron más y más ataques, sin apenas tregua. Como alguien ha escrito en su Facebook, fue una lucha para los anales porque ella nunca se dio por vencida.

Y es este recuerdo de una mujer magnífica, luchadora, amable, comprometida, sonriente y honesta, unido a todo lo que hizo por todas las personas que la rodeaban, lo que nos va a ayudar a superar lentamente la profunda tristeza que nos deja su ausencia.


12 de enero de 2013

Somos Haití

Hay países asociados a una época de tu vida. Otros te recuerdan a tu familia, a grandes amigos o a una lengua que te gustaría hablar. Muchos, por desgracia, a una catástrofe o a un dictador y sus golpes de estado. Para mí, Haití es todo esto. Y más.

Haití es, para mí, Yves-Renee. La conocí durante un viaje de estudios a Cuba que dirigí en el año 2004. Yves-Renee me llamó enseguida la atención porque no era como la mayoría de los estudiantes que formaban parte de aquel grupo: ella ya era una mujer madura, guapa, con un gran sentido del humor y una sonrisa única, muy gentil e inteligente, quien, después de jubilarse de su trabajo en el Banco Mundial, había decidido terminar sus estudios en Resolución y Análisis de Conflictos en mi universidad. Primogénita de su familia, su padre no había podido aceptar que no fuera un varón, y le había puesto tranquilamente el nombre de Yves. Le añadió el Renee por aquello del qué dirán.

Yves-Renee me hizo conocer y amar a los haitianos. Me sentaba con ella en el minibús que nos transportó durante diez días de un extremo a otro de Cuba y, entre bache y bache, comentábamos lo que nos contaban en las charlas del partido y lo que parecían querernos decir los cubanos en las calles de la isla. Desde la bahía de Santiago de Cuba nos imaginamos juntas Haití al otro lado del Caribe. También tuvimos tiempo para reír y para hablar de nuestras cosas. Justo ayer le relataba a un amigo la estratagema que ideé para hacer olvidar a Yves-Renee, aunque fuera por sólo un día, el miedo irracional que sentía hacia las serpientes. No es que yo fuera más valiente que ella pero como directora del programa, y en aras del éxito académico del mismo, debía mostrar entereza y buen juicio siempre, incluso ante las situaciones más variopintas que, ¡cómo no!, se presentaron a mansalva durante el viaje. Espantar con gritos y un palo a los fantasmas de las serpientes de las cabañitas en las que nos alojaron en Santa Clara, a pocos kilómetros del mausoleo del Che Guevara, fue una de ellas. Las otras, las dejo para futuros posts.

Pero volvamos a Haití. El programa terminó e Yves-Renee y yo nos mantuvimos en contacto. Vino a casa a conocer a mi pequeño cuando nació en 2005. Comíamos de vez en cuando juntas y durante los casi tres años que viví en Arizona, nos seguimos escribiendo correos electrónicos con regularidad. La mayor parte de su familia vivía en su país natal, principalmente en Puerto Príncipe, no así ella y su hijo, ya mayor de edad, al que había criado sola en EE.UU. Ni que decir tiene que cada vez que había noticias de Haití, intentaba hablar con ella para obtener una visión más detallada de lo sucedido.

Así seguimos hasta el 12 de enero de 2010. Lo del terremoto no fue una simple noticia que verificar con alguien del país, evidentemente. Fue un horror. Lo primero que hice, claro, fue escribir un email a Yves-Renee para ver si su familia había sufrido directamente las consecuencias del terremoto. Después vino lo demás: estar ahí para lo que hiciera falta: recogida de alimentos, mantas, dinero. Haití éramos todos en ese momento y sabíamos que lo tendríamos que ser por mucho tiempo más.

¿Habría sido yo tan Haití si no hubiera conocido a Yves-Renee? Probablemente no, pero eso ¡qué más da! Por esa amistad no sólo fui Haití en ese momento sino que sigo siéndolo hasta ahora.

Y lo seré hasta que ya no sea yo.