28 de mayo de 2008

Casi todos los hombres mueren de sus medicinas, no de sus enfermedades

No quiero ejercer de abogado del diablo pero después de leer el artículo de M. Nuñez en DigiZen sobre los efectos terapéuticos de la Web 2.0, me han venido a la cabeza algunos factores que pueden enturbiar las bondades de tan dulce medicina.

No se trata de asustar a los lectores apoyando aquí ideas radicales como que nuestra sociedad es víctima de una epidemia de adicción a Internet (mal que, por cierto, parece ser benigno) o del Síndrome de Ansiedad de las Redes Sociales, sino de tener en cuenta algunas cuestiones que gran número de creadores, comunicadores y colaboradores de la web social se plantean con frecuencia y que pueden convertirse en motivo de ansiedad y frustración. Me limito a plantearlas a continuación en forma de lista, junto a algunas referencias que me han inspirado a la hora de compilarlas:

Crear

¿Qué estoy creando?
¿Merece la pena?
¿Es original? ¿Debería serlo?
¿Hasta qué punto me identifico con mi creación?
¿Me arrepentiré en el futuro de lo que he creado?
¿Cómo consigo el ritmo de creación apropiado para mis necesidades y para las de mis lectores?
¿Estoy usando la herramienta más adecuada para lo que estoy creando?
¿Qué hago si sale una herramienta mejor o si empieza a estar claro que debo actualizarme?
¿Cómo consigo evitar la frustración que siento cuando la herramienta de creación no funciona como quisiera o cuando los problemas que me causa son mayores que las satisfacciones que me da el producto que consigo con ella?
¿Cómo sobrevivo en la selva 2.0 y evito el "síndrome de la punta del iceberg 2.0"?


Comunicar

¿Estoy comunicando lo que pretendo comunicar?
¿Cuánto debo reseñar para demostrar que estoy al tanto de lo que se hace y dice por ahí?
¿Me está realmente escuchando y entendiendo alguien?
¿Cómo formulo mi mensaje para que lo comprendan conocidos y desconocidos?
¿Debo preocuparme por aumentar mi audiencia más allá de mi círculo de amigos, alumnos e incondicionales? ¿Cómo lo hago?
¿Cómo reacciono a una crítica o una disensión de un conocido experto contra mí o mis opiniones?
¿Cuándo debo hacer un mutis por el foro?


Colaborar

En los comentarios, ¿debería decir lo que pienso realmente o callármelo por temor al rechazo y la proscripción?
¿Estoy en las redes sociales por estar, por mirar o porque realmente quiero colaborar?
¿Colaboro porque realmente me interesa o para que en el futuro colaboren conmigo?
¿Cómo venzo el temor al plagio y a la falta de reconocimiento académico o personal?
¿Cómo combino humor y profesionalismo para que me tomen en serio aunque les haga sonreír?
Los problemas que plantea la colaboración académica y profesional, ¿se suavizan o se recrudecen en el entorno online?

Y lo más importante: ¿de dónde saco el tiempo para crear, comunicar y colaborar sin descuidar otros aspectos de mi vida?


[Algunas de las ideas anteriores se basan en los consejos de R. Huereca sobre la ansiedad del bitacorero, y de F. Polo y Dirson sobre cómo promocionar los blogs].

3 comentarios:

Mario Núñez dijo...

Esperanza;

Gracias por el comentario en mi blog pues me hizo llegar al tuyo y beneficiarme de la lectura de tu entrada. Todas estas preguntas hay que considerarlas seriamente ya que presentan que el proceso no es uno sencillo pero realmente complejo.

Anónimo dijo...

Importante responsabilidad, la de mantener un blog, ciertamente.
Gracias por tu visión crítica. Creo que entre Mario y tú habéis resumido lo mejor y lo peor de este "noble oficio".

Un saludo

eRoman dijo...

Gracias, Mario y Dolors por vuestros comentarios. Los dos sois muy buenos ejemplos de autores participativos y generosos con vuestros conocimientos. Algún día me contaréis cómo le robáis horas al día ;-)