Haití
es, para mí, Yves-Renee. La conocí durante un viaje de estudios a Cuba que
dirigí en el año 2004. Yves-Renee me llamó enseguida la atención porque no era
como la mayoría de los estudiantes que formaban parte de aquel grupo: ella ya
era una mujer madura, guapa, con un gran sentido del humor y una sonrisa única, muy gentil e inteligente, quien, después de
jubilarse de su trabajo en el Banco Mundial, había decidido terminar sus
estudios en Resolución y Análisis de Conflictos en mi universidad. Primogénita de su
familia, su padre no había podido aceptar que no fuera un varón, y le había
puesto tranquilamente el nombre de Yves. Le añadió el Renee por aquello del qué
dirán.
Yves-Renee
me hizo conocer y amar a los haitianos. Me sentaba con ella en el minibús que
nos transportó durante diez días de un extremo a otro de Cuba y, entre bache y
bache, comentábamos lo que nos contaban en las charlas del partido y lo que
parecían querernos decir los cubanos en las calles de la isla. Desde la bahía
de Santiago de Cuba nos imaginamos juntas Haití al otro lado del Caribe. También
tuvimos tiempo para reír y para hablar de nuestras cosas. Justo ayer le relataba
a un amigo la estratagema que ideé para hacer olvidar a Yves-Renee, aunque
fuera por sólo un día, el miedo irracional que sentía hacia las serpientes. No
es que yo fuera más valiente que ella pero como directora del programa, y en aras
del éxito académico del mismo, debía mostrar entereza y buen juicio siempre,
incluso ante las situaciones más variopintas que, ¡cómo no!, se presentaron a
mansalva durante el viaje. Espantar con gritos y un palo a los fantasmas de las
serpientes de las cabañitas en las que nos alojaron en Santa Clara, a pocos
kilómetros del mausoleo del Che Guevara, fue una de ellas. Las otras, las dejo
para futuros posts.
Pero
volvamos a Haití. El programa terminó e Yves-Renee y yo nos mantuvimos en contacto.
Vino a casa a conocer a mi pequeño cuando nació en 2005. Comíamos de vez en
cuando juntas y durante los casi tres años que viví en Arizona, nos seguimos
escribiendo correos electrónicos con regularidad. La mayor parte de su familia vivía
en su país natal, principalmente en Puerto Príncipe, no así ella y su hijo, ya
mayor de edad, al que había criado sola en EE.UU. Ni que decir tiene que cada
vez que había noticias de Haití, intentaba hablar con ella para obtener una
visión más detallada de lo sucedido.
Así
seguimos hasta el 12 de enero de 2010. Lo del terremoto no fue una simple noticia
que verificar con alguien del país, evidentemente. Fue un horror. Lo primero
que hice, claro, fue escribir un email a Yves-Renee para ver si su familia
había sufrido directamente las consecuencias del terremoto. Después vino lo
demás: estar ahí para lo que hiciera falta: recogida de alimentos, mantas,
dinero. Haití éramos todos en ese momento y sabíamos que lo tendríamos que ser
por mucho tiempo más.
¿Habría
sido yo tan Haití si no hubiera conocido a Yves-Renee? Probablemente no, pero eso ¡qué más da! Por esa amistad no sólo fui Haití en ese momento sino que sigo
siéndolo hasta ahora.
Y lo
seré hasta que ya no sea yo.
1 comentario:
En mi nombre y en el de Solidaridad 2.0 quiero darte las GRACIAS por colaborar con #SomosHaiti. ¡Gracias por formar parte de la familia de Solidari@s!
Como bien sabes, Haití necesita aún mucha ayuda económica, pero también manos para ayudarles, conocimientos para compartir con ellos y lograr que mejoren su productividad y calidad de vida... y necesitan que se les conozca y se sepa lo mucho que tienen que ofrecer.
Nuestras gracias en forma, también, de post http://www.solidaridad20.org/2013/01/13/12-enero-2013-somoshaiti-con-haiti/
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