Como la mayoría de los lectores de Corto y cambio saben, llevo en Buenos Aires algo más de tres semanas y, de ellas, he pasado los dos últimos días intentando seguir TEDGLOBAL 2009 vía webcast. Para conseguir hacerlo, me ha venido bien que haya hecho mal tiempo por acá. Pero hoy lo imprevisto se ha impuesto a lo previsto, y es de eso de lo que voy a hablar a continuación.
Lo que sabía era que, debido a las diferencias horarias, las sesiones de la mañana de TED me las iba a tener que perder. Pero pensaba asistir a las de la tarde… hasta que llamó Fabián Amati, mi exalumno de la promoción del año 2008 del Curso de experto en e-learning de la UNED y la UCJC, y gran especialista en la aplicación de la tecnología en educación especial, para decirme que si íbamos a la Escuela Superior de Mécanica de la Armada (ESMA), un antiguo centro de formación militar conocido por haber sido centro clandestino de detención y tortura durante los años de la dictadura del terror en Argentina y convertido en Espacio para la memoria. Queríamos intentar entrar sin cita previa, algo que nos imaginábamos bien difícil. Lo previsto se cumplió: no nos dejaron unirnos a la visita programada que justo acababa de comenzar cuando llegamos.
Lo imprevisto sucedió después. Conocedor de mi interés por las visitas a cementerios célebres, Fabián me propuso visitar la necrópolis de la Chacarita. Los dos pensábamos encontrar algo como Recoleta pero no fue así. Fue mucho mejor. En primer lugar nos dimos cuenta al llegar de que desconocíamos un aspecto fundamental sobre los difuntos célebres de la Chacarita: su localización. Bueno, por lo menos sabíamos que no era cuestión de buscar a Juan Domingo Perón porque hacía tiempo que había sido trasladado al mausoleo de la Quinta de San Vicente. ¿Qué hacer? Preguntar.
Tras deambular por las oficinas de contratación de sepelios, donde sólo nos pudieron indicar el nombre de la persona encargada de las guías turísticas, aterrizamos en una sala digna de otro mundo, salpicada de estanterías llenas de legajos amarillentos en estado de auténtica desintegración y regentada por el personal más extraordinario y amable que uno pueda encontrar en un camposanto. La mujer que nos atendió nos trasladó con su discurso a los mejores momentos de Kafka y me dejó sin palabras por un segundo (y que conste que esto es bien difícil) al preguntarme el porqué de mi interés por las necrópolis extranjeras. Ciertamente yo creía que visitar cementerios era lo más natural que uno podía hacer en Buenos Aires, tierra que tanto artista, político y escritor célebre ha dado a este mundo. Claro, no había caído en que Borges, Cortázar y el Ché reposan en otras latitudes, y que a Evita y Sarmiento ya los había homenajeado en Recoleta. Por suerte nos salvó Gardel.
Después de proporcionarnos una serie de mapas, explicarnos el recorrido de la camioneta que nos llevaría al crematorio histórico y besarnos afectuosamente, la funcionaria nos deseó suerte, y nosotros nos dirigimos a la búsqueda de la instantánea perfecta. No habíamos contado con el frío que nos esperaba en el reino de los muertos.
Conseguimos, no obstante, sobrevivir, sacar la consabida foto a la estatua de Gardel, encontrar a un guarda salido casi de ultratumba en el Panteón de la Policía de Buenos Aires y no llevarnos un susto de muerte con la presencia de una dulce pero desharrapada mujer que, con señas, nos invitaba a acercarnos a una bóveda que estaba empapelando con fotocopias que habían visto mejores tiempos. ¿La de la familia Perón?—preguntamos. Sí, acá es. ¿Dónde, si no? Los chascarrillos que esa mujer nos contó darían para un tomo completo de relatos peronistas para no dormir. Amiga íntima de Isabel de Perón, esta señora había estado mandando regularmente rosas rojas y telegramas a la viuda de Perón durante su exilio español. Rosas rojas que en la floristería madrileña le cambiaban por amarillas. Y telegramas que nunca llegaban a su destinataria. Indudablemente, la devoción con que esta mujer limpiaba y arreglaba la tumba de la familia de Perón tenía más que ver con su pasión por el peronismo que por su respeto hacia el finado (recuerden, Juan Domingo ya no está con su familia). Sin duda, podríamos habernos quedado allá hasta la eternidad, quizá en el panteón de enfrente, en el que, por cierto, esta señora y los que se oponían al traslado del cuerpo de Perón a San Vicente solían recibir, años atrás, a la prensa en los días de frío como hoy. Pero nos salvó la tecnología: una llamadita en el celular de Fabián.
Ya en un bar, también de otra época, y después de pasar revista de nuevo a los detalles de nuestra kafkiana visita a Chacarita, se produjo el tercer imprevisto del día. Como todos saben, hace un par de semanas estuve con mi amiga @gsellart en el MALBA, en donde visitamos la exposición Escuelismo. Allá pasamos un buen rato delante de dos cuadros de esos que no soportan el olvido, dos atrevidas relecturas de sendos clásicos del pintor Pueyrredón: Manuelita y el terror (aquí en la imagen extraída del Clarín) y Paisaje. Sin título. Gabriela me explicó las necesarias referencias histórico-artísticas para entenderlos, y yo, cuando una semana después volví al museo con mis alumnos, se las relaté a estos. Lo que nunca me habría imaginado es que Fabián fuera íntimo amigo de Alberto Passolini, el autor de esos cuadros, al que me había presentado en su casa unos días antes. No soy fetichista para esto de los famosos (es cierto que pocos he visto de cerca en mi vida y así, de más cerca, sólo puedo decir que una vez me pisó Mario Vargas Llosa y que otra fui en avión al lado de Ian Gibson) pero me impresionó lo de haber conocido sin saberlo a Alberto Passolini, porque sus obras son realmente maravillosas y porque fue el primero que me habló del Gauchito Gil y de otros personajes argentinos objeto del fervor popular.
Por supuesto que todas estas anécdotas no pueden compararse a la importancia de las ideas expuestas en esta segunda jornada de TED, pero mientras que lo que dijeron hoy los ponentes de TED lo han reportado y reportarán muchos (incluidos la BBC y The Guardian), lo que he vivido en esta jornada yo sólo lo podrán encontrar aquí.
3 comentarios:
Esperanza, toda una aventura cultural!! Y yo a 200 km de distancia y al otro lado del Río de la Plata queriendo enseñarte sobre nuestra geografía, historia y clima: nevadas, tornados y tormentas, etc.(me hace gracia) No te podés quejar!!
No te preocupes, que lo de tus tomrentas, nevadas y tornados seguro que uno de estos días se vuelve en material para mi blog. Sólo tengo que encontrar la coincidencia adecuada. Quizá pueda ser un mercado en Montevideo del que me han hablado hoy y que, por desgracia, en este viaje me voy a quedar sin conocer.
Esperanza, sos bienvenida a Montevideo. No hay turista que no vaya a almorzar a nuestro Mercado del Puerto. Lleno de parrilladas Está junto al Puerto de Montevideo y en la zona donde están las sedes de los bancos uruguayos, O sea que allí también almuerzan ejecutivos
Publicar un comentario