
Según el profesor Area, poco. Para él, las redes sociales reflejan el narcisismo y el exhibicionismo de la sociedad actual traducido en mini-aportaciones poco reflexionadas e inconexas que, en su mayor parte, son supeficiales y de poquísimo interés cultural. Su crítica está en línea con las opiniones de un número de intelectuales, que expresan su disgusto ante la trivialidad de Internet mediante frases como la siguiente:
The internet doesn't make people stupid, it just makes their stupidity more accessible to others. (Morozov, 2010)
Por suerte, una parte de lo dicho en Twitter—quizá también en Facebook pero allí resulta más difícil tener una visión general que vaya más allá de lo que hace nuestro propio círculo de amigos y nuestros grupos, o de lo que vemos en las páginas de las que somos fans—no es ni estúpido ni superficial. Como apuntan varios de los comentarios en la entrada de Area, todo depende de cómo seleccionemos a las personas a las que sigamos y de nuestra capacidad para obtener de Twitter ideas, estímulos y, ¿por qué no?, emociones.
Pero no sólo se trata de elegir bien a nuestras “fuentes” en Twitter. La capacidad para aprovechar el microblogging tiene mucha relación con un aspecto que se suele pasar por alto cuando se habla de los medios sociales: nuestra capacidad para escuchar y las diferentes formas en las que podemos escuchar el discurso online. Para ahondar en este concepto os recomiendo Following you: Disciplines of Listening in social media, de Kate Crawford (2009). En este artículo se habla de cómo individuos, políticos y empresas prestan atención a lo que se está diciendo en el medio online y se definen tres formas de básicas de “escuchar” Twitter: como música de fondo, de forma recíproca y de forma delegada. Para mí, es particularmente relevante este fragmento del artículo:
The act of listening to several (or several hundred) Twitter users requires a kind of dexterity. It demands a capacity to inhabit a stream of multilayered information, often leaping from news updates to a message from a friend experiencing a stressful situation, to information about what a stranger had for lunch, all in the space of seconds. Some will require attention; many can be glimpsed and tuned out. (p. 529)Esta destreza de saber prestar distintos tipos de atención, en Twitter o en cualquier medio online, es fundamental para poder apreciar sus beneficios. Es una habilidad que se va adquiriendo con la práctica. En mi caso, con casi 10.000 tuits y siguiendo a unos 800 tuiteros, todavía no estoy segura de que sea totalmente diestra en estas lides de la escucha selectiva. Pero voy mejorando. No se trata de seguir solo a gurús. Se trata de aceptar que no todos los tuits pasarán a la posteridad, de la misma forma que tenemos claro que no todas las conversaciones telefónicas son profundas y no por ello descalificamos el teléfono como medio para la comunicación humana.
Por supuesto, también es importantísimo no perder de vista que el fruto de nuestras interacciones en Twitter y otras redes pueden tener una gran influencia nuestra producción cultural y profesional más allá de los límites de las redes sociales: su resultado puede originar un post en un blog, una charla en un congreso, una nueva forma de dar clase, una investigación académica, un artículo en una revista de renombre… Como ejemplo del flujo de información que existe entre los diferentes medios digitales recomiendo los fabulosos ejemplos de Entornos de Aprendizaje Personal que se presentaron en Barcelona el pasado mes de julio. Inferir que porque alguien dedique tiempo a Twitter va a perder la capacidad de expresarse en otros medios recuerda a las voces de alarma que siempre han surgido cuando una nueva tecnología aparece en nuestras vidas. La más graciosa que he leído precismente en el artículo de Crawford (2009: 529) es que Adorno pensaba que escuchar la radio como música de fondo podía afectar la digestión.
Antes de terminar este post, también me veo obligada a comentar, por alusiones indirectas, lo que Area dice de los tuiteros que nos dedicamos a retransmitir conferencias, charlas y cursos por Twitter. No puedo hablar por todos pero, en mi caso, a mí me ayuda bastante a concentrarme en lo que está diciendo el ponente, sobre todo en las charlas que se plantean de forma unidireccional. Serán los años de práctica de tomar apuntes en la universidad—por cierto, a ningún profesor entonces le parecía extraño que la gente se dedicara a escribir como loca en clase. Eso sí, en mi tiempo no hacíamos ruido: usábamos boli y papel. Ahora, sin embargo, hay un matiz más: el tuitero del congreso puede intercambiar opiniones con otros asistentes a la charla, que estén en el recinto o no, y ampliar en el momento una idea que ha tenido el ponente. Yo suelo repasar todas mis notas de las conferencias que tuiteo para volver a los temas que me han interesado más e investigar aquello que me ha llamado la atención. Además, está claro que cuanto más participativa e interesante es una ponencia o un curso, la atención selectiva de la que hablaba antes se enfoca más en lo que pasa en el curso que en lo que pasa en Twitter. Esto tendría que hacernos pensar.
Evidentemente, yo no digo que todo el mundo tenga que estar en Twitter ni que todo lo que pasa en Twitter deba salir de Twitter sin la debida reflexión crítica. Como bien explica Mario Nuñez con su historia del elefante, en realidad, nuestra opinión de Twitter depende claramente de cómo lo usemos y de cómo percibamos nuestra experiencia en este medio de comunicación. Nuestro deber como educadores es ayudar a nuestro entorno a ver el elefante desde la mayor cantidad de perspectivas diferentes. Sin duda, el diálogo que Twitter y otros medios sociales nos permite establecer puede contribuir a alcanzar dicha meta.
Referencias y créditos
Morozov, E. (2010). “Think Again: The Internet.” Foreign Policy, 179. May/Jun.
Crawford, K. (2009). “Following you: Disciplines of listening in social media.” Continuum: Journal of Media & Cultural Studies, 23 (4), 525–535
Foto: Licencia CC – Zooey.