23 de abril de 2013

Deshojando facturitas argentinas

En mayo del año pasado me encontraba en Madrid cuando, por casualidad, escuché por la radio que Andrés Neuman, un autor argentino afincado en Granada, iba a estar firmando sus libros en la Feria del Libro. Confieso que nunca había oído hablar de él—pero, claro, son muchas cosas las que ignoro.

Sin embargo, cuando afirmaron que era uno de los mejores escritores actuales de microrrelatos, me faltó tiempo para acceder a su blog Microrréplicas. Poco después había decidido que esa misma tarde iría a El Retiro a conseguir algunos de sus libros. Buena idea, porque aparte de ver la fila inacabable en la caseta de Eduardo Mendoza, observar el desencanto de los niños que no llegaron a tiempo de conseguir la firma de Gerónimo Stilton o estrechar la patita de Bat Pat, comprar el último libro de Paul Preston para mi madre (que no me costó un riñón pero si un par de días de lumbago) y sacarle una foto a traición a Jorge Merino, pude también charlar un ratito con Andrés Neuman. Le compré tres libros y le prometí que me bajaría El viajero del tiempo en formato electrónico para poderlo compartir con mi madre. Me devoré Hacerse el muerto, regalé Una vez Argentina (no porque no me gustara sino porque lo había comprado con ese fin) y me dejé El viajero del tiempo para más adelante… tanto, que todavía no lo he terminado.

Pero quizá haya llegado el momento de retomar su lectura. O en las próximas semanas, antes de que se me pase el entusiasmo con el que salí de la charla que Andrés dio en Georgetown University hace poco. Admito que dicho entusiasmo puede deberse en parte a la pasión secreta (vale, no tan secreta) que siento por la forma de hablar de los argentinos y a mi gran admiración por la capacidad que tienen para charlar, compartir y, dicen las malas lenguas, que hasta para embaucar. Pero la plática de Andrés no fue un engaño: se planteó como un diálogo aunque evidentemente y, por suerte, la mayor parte del tiempo fue el autor el que habló: de su obra, de su vida, de sus añoranzas, de sus traducciones… tanto que agoté las páginas de la libreta que llevé para tomar notas. Dejo algunas de ellas aquí:
“Lo creativo surge porque se ha sufrido. Pero no sufrimos al crear”.
“Escribir desde tu zona de confort no es interesante”.
“La vocación literaria existe mucho antes de que se aprenda a leer”.
“La traducción es una forma superior de literatura”.
“Escribimos y leemos por las mismas razones”.
“Hay una gran diferencia entre mentira y ficción. La mentira busca en beneficio propio. La ficción busca alcanzar algún tipo de verdad”.
“La muerte ajena es la propia”.
“Las personas de tu vida que se mueren pasan de alguna forma a convertirse en personajes de ficción”.
“El enamoramiento es un estado de constante susceptibilidad semiótica”.
Al deshojar las citas de dicha libreta como si de una flor se tratara, me doy cuenta de que de una forma u otra, y a menudo sin ser consciente de ello, la charla de Neuman y su obra --cual dulce facturita argentina-- han sido fundamentales en todo lo que he estado escribiendo durante las últimas semanas, particularmente en Siempre somos nosotras.

Gracias, Andrés, y Feliz Día de Sant Jordi a todos.


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