
Aunque si sois de los que os habéis apuntado a escribir en los próximos días, quizá deberíais pensaros dos veces antes de leer estas magníficas contribuciones ya que es muy posible que os ocasionen un sano bloqueo intelectual. Yo confieso que a mí me lo han producido: ahora mismo siento el miedo a no ser original, la angustia de repetir lo ya dicho y la ansiedad por no llegar a ser capaz de suscitar un debate entre los que me lean.
-------–------------------------¿Cuántas palabras llevo?
Consulto el diccionario, a ver si me salva como en tantas ocasiones; no en vano pasé algunos años formándome como traductora. Ahora ya no tengo que ir a los estantes de un desvencijado anaquel de Ikea y apilar los diccionarios en mi escritorio. Me basta con un clic para que el Nuevo tesoro lexicográfico de la lengua española aparezca en pantalla. Educar, educación, educador, educativo, educacional… ¿Habrá cambiado el significado estos términos desde la publicación del primer diccionario de la lengua española en 1736? ¿Qué nos dice de nuestra sociedad la forma en la que se formula el significado de estos conceptos? ¿Cómo se diferencian esas acepciones de lo que mis compañeros de debate han escrito hasta el momento? ¿Cómo se refleja esa contradicción en mi labor diaria como madre, educadora y aprendiza?
Veámoslo, pues. La definición del Diccionario de Autoridades se refiere exclusivamente a los primeros años de vida de una persona. Además, uno de los ejemplos que propone daría sin lugar a dudas pie a otro largo debate:

La definición del término educar amplía el rango de edades hasta la juventud:

En las ediciones posteriores de los diccionarios y manuales de la Real Academia de la Lengua Española no hay muchos cambios: en 1780 educar y educación se definen exactamente igual que en 1736. Pero en 1791 aparecerán dos nuevas versiones, que se mantendrán en las ocho siguientes ediciones publicadas entre 1791 y 1869:
Educación. La crianza, enseñanza y doctrina que se da a los niños y jóvenes.
Educar. Criar, enseñar, doctrinar.
En 1884, aparecen las definiciones que se mantendrán hasta hoy en día—modificadas exclusivamente por la inclusión de Educación física en 1984:
Educación. Acción y efecto de educar. Crianza, enseñanza y doctrina que se da a los niños y jóvenes. Cortesía, urbanidad. Educación física. Conjunto de disciplinas y ejercicios encaminados a lograr el desarrollo y perfección corporales.
Educar. Dirigir, encaminar, doctrinar. Desarrollar o perfeccionar las facultades intelectuales o morales del niño o del joven por medio de preceptos, ejercicios, ejemplos, etc. Desarrollar las fuerzas físicas por medio del ejercicio, haciéndolas más aptas para su fin. Perfeccionar, afinar los sentidos. EDUCAR el gusto. Enseñar los buenos usos de urbanidad y cortesía.
Si, por otro lado, echamos una ojeada a la lista de términos que aparecen con mayor frecuencia en lo escrito por los participantes de PurposedES, la diferencia es clara. Tras descartar artículos, preposiciones, algunos verbos vacíos de significado y las palabras del tema de estas entradas (“el propósito de la educación”), que son las palabras más frecuentes, nos encontramos términos como personas (46 veces), sociedad (46), mundo (30), todos (30), aprender (29), vida (27), niños (24), trabajo (23), aprendizaje (21), NO (21), palabras (21), sistema (20), cambio (19), capaces (19), docentes (19), alumnos (18), tiempo (18), educadores (17), seguir (17), social (16), conseguir (16), construir (16), futuro (16)… Paro aquí--si alguien quiere todas las concordancias, que me lo diga--porque también es importante decir que adiestrar y adoctrinar solo aparecen una vez y amaestrar, ninguna.
Quizá esta comparación no aporte nada nuevo al debate (y mi miedo del principio fuera, por lo tanto, justificado). Algunos ya han apuntado en este diálogo la gran contradicción que existe entre lo que es actualmente el propósito de la educación y lo que nos gustaría que fuera la educación. Pero no creo que haya nada malo en aceptar esa dicotomía. Aceptar que lo que tenemos no es lo que queremos es un factor imprescindible para poder realizar el cambio. Yo sí quiero ser parte de una sociedad en la que la educación ayude a todos los ciudadanos a desarrollarse completamente como personas. Quizá no actúe siempre en consonancia con mis ideales educativos, quizá todavía esté muy apegada al programa de clase, a la disciplina, a los resultados, a las calificaciones...
Pero, por lo menos, intento cambiar. ¿Y tú?